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El origen de la falsa y curiosa tradición de tocar en Madrid la cola y la pata al Oso de la Puerta del Sol

Un visitante se dispone a tocar la cola del Oso de la Puerta del Sol, en Madrid.

Guillermo Hormigo

Madrid —
10 de junio de 2025 22:09 h

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La cola para tocarle la cola al Oso de la Puerta del Sol no es especialmente larga, pero no para. Tal es así que otros transeúntes que cruzan la plaza, en la que la instalación de los futuros toldos se lleva casi todas las miradas, comentan la estampa: “Vas al pie si eres de fuera y al rabo si eres de Madrid”, le dice una joven a su novio. Al ser preguntada por Somos Madrid sobre el origen de esa historia, la chica duda unos segundos. “Lo he visto en TikTok”, apunta finalmente. Ella es de Jaén. Su novio, nacido y criado en la capital, confiesa que “no tenía ni idea” de una tradición que de hecho no existe. Aunque puede que se esté forjando ahora mismo.

Quizá por ello las versiones sobre el poder de estos tocamientos son variadas y divergentes. La madre de una familia que visita la ciudad desde Ecuador explica que, según les han contado, “si tocas la cola significa que deseas volver a Madrid”. Luego bromea y comenta que “si nos quedamos solo en el pie es porque somos bajitos”. El grupo difiere sobre cómo se han enterado de tan osada dinámica. “En redes sociales”, asegura primero el padre. “¡No! Nos lo dijeron unos conocidos”, rebate su esposa.

Los turistas nacionales también se unen a la tendencia. Raúl y su hija Marta han venido a Madrid desde València. “No sabemos lo que significa, pero hemos visto que la gente lo hacía y nos hemos puesto también por hacer la gracia”, reconoce él. “Yo es que soy culo veo, culo quiero”, remata con una risa picarona.

La creación de la corriente y su expansión van de la mano: la gente se une al ver que otras personas lo hacen, pero también porque los toques van dejando marca en el animal inanimado. Así, el mamífero tiene dos puntos de contacto bien visibles en la parte baja de la espalda y en la pata izquierda, que han quedado en un color cercano al dorado, fruto de los roces y en contraste con el color negro que cubre el resto de la escultura.

Chelo y Conchita, amigas de toda la vida ya jubiladas, proceden de Barcelona y Lérida. Visitan Sol con sus maridos, aunque ellas son las que toman el protagonismo para hablar de este asunto espinoso. “Antes estaba allá”, se limita a decir uno de los esposos, en referencia a la mudanza de la estatua que la trasladó 10 metros al interior de la plaza. “Voy a tener la misma suerte si le toco que si no le toco”, dice Chelo entre risas. “Antes veníamos muchos, casi cada año, pero ahora llevábamos seis años sin estar por Madrid. Es verdad que antes no se veía esto”, apunta su compañera.

El historiador y guía turístico José Manuel Moreno discrepa sin embargo, en declaraciones a Somos Madrid, de que sea una práctica tan reciente: “No es una moda nueva, ni en este ni en otros monumentos de la ciudad. Por ejemplo, el dedicado a El Vecino Curioso en la calle Mayor con Almudena tiene el culo desgastado desde antes de que existiera TikTok. En el fondo, me imagino que es un poco como lo de meter la mano en La Boca de la Verdad de Roma o lo de darle un beso a la figura del Pórtico de La Gloria de Santiago de Compostela”.

“A mí no me gusta, y le pondría límites… allá donde verdaderamente pueda ser un problema. Pero claro, es difícil de definir”, opina Moreno. “La cosa de que si le tocas el talón al oso vuelves a Madrid yo se la llevo escuchando a los turistas algo más de tiempo que el final de la obra… aunque no sabría decir cuánto. Sí que es seguro que ha aumentado la cantidad de gente que lo toca desde la reforma. Antes volver a Madrid debía de ser patrimonio de los altos”, bromea. El experto termina adjuntando una imagen de 2019 en la que ya se aprecia ese dorado desgaste, “tanto del talón como del rabo”.

Fuentes del área de Obras del Ayuntamiento de Madrid admiten que se trata de “algo supercurioso”. Puntualizan en primer lugar que el Consistorio “no ha resaltado las marcas”. Pero apuntan a un motivo de peso que puede explicar el auge del toqueteo: “La gente se sube al banco que rodea al monumento para hacerse la foto y tocarlo”. Así, la última reforma del entorno, que introdujo los asientos en este lugar y movió la escultura, es la que ha posibilitado que las personas alcancen las posaderas del bípedo. Aclaran que en este reajuste del entorno “no se redujo la altura de la peana sobre la que se coloca la figura”.

El área de Cultura, responsable de su mantenimiento, defiende por su parte que “desde el equipo de conservación preventiva del Ayuntamiento se garantiza la conservación de todos los conjuntos monumentales de la ciudad”. Según exponen, “cuando hay una situación de riesgo se pueden lleva a cabo medidas especiales, aunque en la estatua del Oso y el madroño por el momento no se observa un daño en la estatua que requiera una intervención específica”. Recuerdan por último que “es importante tener en cuenta la responsabilidad de todos en el cuidado del patrimonio”.

La leyenda del Oso y la historia de la escultura

Lo cierto es que nada en la castiza leyenda del Oso y el Madroño apunta a una fortuna especial en la cola o el pie del animal. El origen de las armas heráldicas de la villa no está nada claro, ni tampoco su significado. Algunas teorías apuntan que el animal representa la abundancia de la vida salvaje que existía en la zona antes de su urbanización masiva, mientras que el madroño es un símbolo de la flora local de la Comunidad de Madrid. Si bien este último elemento podría ser otra planta de aspecto más arbolado con fruta roja y que se terminara asimilando con un madroño por su similitud con el nombre de la ciudad.

Cuenta la leyenda que el rey Alfonso XI (1311-1350) cazó un enorme oso pardo en los montes de Madrid. Orgulloso de la hazaña, decidió incluir la figura del úrsido en el símbolo de la ciudad. El oso se extinguió en Madrid en el siglo XVIII, pero hasta entonces los bosques de Madrid eran un territorio bien poblado ellos. Un conflicto felizmente resuelto entre las autoridades de la ciudad y el clero por el aprovechamiento de los pastos habría llevado, ya en el siglo XVIII, a añadir el madroño como símbolo de concordia entre las partes.

La estatua de piedra y bronce fue creada en 1967 por Antonio Navarro Santafé, colocándose originalmente en la cara oriental de la Puerta del Sol, entre Alcalá y la Carrera de San Jerónimo. Representa de forma realista las armas heráldicas de Madrid, con el madroño superando en altura al oso. El mamífero apoya sus manos sobre el tronco y dirige sus fauces hacia uno de los frutos del árbol. Según el propio escultor, se inspiró en un oso pardo macho de la Casa de Fieras del Retiro, un ejemplar capturado en los Picos de Europa. Y para los más aprensivos, no hay problema: el oso no tiene atributos masculinos visibles, al igual que los leones del Congreso, ya que permanecen ocultos bajo un pelo frondoso.

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