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El 24 de mayo de 2025, se conmemoró el Día Internacional de las Mujeres por la Paz y el Desarme. Como mujer y defensora de los derechos humanos, quiero expresar mi más absoluto rechazo a la guerra, la violencia y todas las formas de opresión que atentan contra la dignidad humana. La paz no es simplemente la ausencia de conflicto, sino la presencia de justicia, igualdad y respeto por cada vida.
Inspirada por el legado de las mujeres que, desde el Congreso de La Haya de 1915, han luchado por un mundo libre de armas y conflictos, defiendo sociedades donde la voz de las mujeres sea fundamental para construir un futuro justo, equitativo e inclusivo.
Las mujeres han sido, a lo largo de la historia, agentes transformadores del cambio, impulsando el progreso en la ciencia, la cultura y la consolidación de la paz. Sin embargo, en zonas de conflicto, las mujeres y las niñas continúan enfrentando desafíos desproporcionados: desde la negación de su derecho a la educación y al trabajo, hasta la violencia física, sexual y psicológica.
Según ONU Mujeres (2024), las mujeres y las niñas representan la mitad de los refugiados del mundo; sin embargo, solo el 4% de los fondos para la consolidación de la paz entre 2018 y 2022 atendió sus necesidades específicas. Esta realidad es inaceptable. Como defensora de los derechos humanos, condeno estas injusticias y exijo acciones globales para proteger a las mujeres refugiadas, garantizar su acceso al asilo y empoderarlas en tiempos de crisis.
Mi compromiso es inquebrantable: abogo por un mundo donde la edad, el género o cualquier otra identidad sean fuente de fortaleza, no de exclusión. Referentes como Maj Britt Theorin y movimientos como la Organización de Mujeres de la Confederación Intersindical nos demuestran que la inclusión de las mujeres en los procesos de desarme y paz es crucial. Las cifras lo confirman: los países con mayor participación femenina en las negociaciones de paz tienen un 35% más de probabilidades de lograr acuerdos duraderos (Informe Mundial sobre Desarme, 2023). Sin embargo, la conmemoración no basta. Debemos actuar. Se necesita financiación específica para empoderar a las mujeres y niñas en zonas de conflicto, donde las niñas tienen 2,5 veces más probabilidades de no asistir a la escuela que los niños (UNESCO, 2024). También son necesarias políticas sólidas que garanticen su protección y participación plena en la vida social, política y económica.
La guerra y la violencia no tienen cabida en un futuro que defienda los derechos humanos. Debemos trabajar incansablemente por la paz, el respeto y la igualdad, abrazando diversas perspectivas culturales para fortalecer la solidaridad global. Insto a todos y todas a unirse a esta causa: apoyen iniciativas que fortalezcan el papel de las mujeres en la consolidación de la paz, promuevan políticas que protejan a las mujeres y niñas en los conflictos y eduquen a las futuras generaciones en la igualdad y el respeto. Solo así, juntos, podemos forjar un mundo sin armas, sin violencia y con dignidad y justicia para todas las personas.
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