Seguir el modelo de Copenhague y apostar por la bicicleta reduciría las emisiones y ahorraría millones de euros al año

Apostar por los desplazamientos a pie o en bicicleta no solo reporta importantes beneficios para la salud, teniendo en cuenta de que se trata de un ejercicio físico más. Un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PAS) apunta a que, si las ciudades ampliaran su red de carriles bici y rediseñasen sus calles para asemejarse a Copenhague, se reduciría el número de emisiones de carbono y se ahorrarían anualmente millones al año a escala global.
En concreto, el análisis liderado por investigadores de la Universidad de California (UCLA) señala que las emisiones de gases de efecto invernadero de los coches privados se reducirían un 6% y los beneficios en salud pública alcanzarían los 435 millones de dólares al año, unos beneficios “considerables”, según los autores.
“En este estudio, demostramos que estas decisiones de planificación aparentemente locales, tomadas en miles de ciudades de todo el mundo, pueden, en conjunto, impulsar cambios importantes en los resultados climáticos globales”, explica a través de un comunicado el autor principal y director del Instituto de Estudios de Transporte de la UCLA, Adam Millard-Ball.
Beneficios de fomentar la movilidad activa
Para llegar a esas conclusiones, el estudio utilizó datos de Google Environmental Insights Explorer para cuantificar cómo la forma urbana y la infraestructura de transporte afectan las tasas de desplazamientos a pie y en bicicleta en 11.587 ciudades de 121 países de seis continentes.
Los autores subrayan el tamaño de la muestra. Con más de 14 veces el número de ciudades del siguiente estudio más grande, representa aproximadamente el 41 % de la población urbana mundial, “lo que ofrece una perspectiva sin precedentes sobre cómo la forma urbana y las políticas locales influyen en el uso de la bicicleta y la caminata en todo el mundo”.
Los investigadores comprobaron que la siguiente regla se cumplía: el aumento de la densidad y el rediseño de las calles para que los desplazamientos activos sean cómodos y seguros conducen a un alto índice de peatones y ciclistas.

También se atreven a hacer algunas simulaciones. Si cada ciudad ampliara su red de carriles bici y rediseñara sus calles para asemejarse a la de Copenhague, el índice global de peatones y ciclistas aumentaría exponencialmente, lo que se traduciría en una reducción estimada del 6% en las emisiones globales de carbono y en beneficios para la salud por valor de 435 millones de dólares al año.
Además, añaden, estas políticas para promover el peatón y el ciclismo también pueden reducir las muertes por accidentes de tráfico, la contaminación atmosférica y el estrés vial.
El estudio deja otra importante conclusión: el clima no tiene un impacto significativo en los viajes activos. Algunas de las tasas más altas de viajes activos se registraron en Montreal y Copenhague (clima frío) y en el calor y la humedad de Calcuta (India) y Daca (Bangladesh).
Por último, valoran el modelo puesto en marcha por la ciudad danesa pero recuerdan que no es el único que promueve la movilidad activa. “La lección es clara: no es necesario replicar Copenhague para que la ciudad sea transitable a pie y en bicicleta”, aseguran poniendo como ejemplos a Osaka o Buenos Aires.
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