¿Quién escribió la Biblia? Un nuevo estudio con IA arroja luz sobre el enigma

biblia

Ada Sanuy

3

¿Quién escribió la Biblia? La pregunta, que ha ocupado a generaciones de filólogos, historiadores y teólogos, encuentra ahora nuevas respuestas gracias a una herramienta inesperada: un algoritmo. Un equipo multidisciplinar liderado por Shira Faigenbaum-Golovin, matemática de la Universidad de Duke, ha desarrollado un modelo estadístico basado en inteligencia artificial capaz de detectar patrones lingüísticos ocultos en los primeros nueve libros del Antiguo Testamento, conocidos como el Enneateuco.

El estudio, publicado en la revista científica PLOS One, ha permitido distinguir con precisión tres estilos de escritura, correspondientes a tres grandes tradiciones redaccionales reconocidas por la crítica bíblica: el llamado Ur-Deuteronomio (D), la Historia Deuteronomista (DtrH) y los escritos sacerdotales (P). El análisis se basó en 50 capítulos de atribución consensuada y en la comparación detallada de la frecuencia de palabras y estructuras gramaticales.

“No”, “rey” o “cuál”: las palabras que marcan la diferencia

El modelo se apoya en lo que los autores llaman discrepancia HC, un índice que mide diferencias significativas en el uso de palabras o raíces gramaticales —los llamados lemmas— y combinaciones frecuentes (n-gramas). Lo sorprendente no es solo la capacidad de distinguir textos largos, sino que el sistema funciona incluso en capítulos de pocas líneas, algo hasta ahora inviable con métodos de aprendizaje automático tradicionales.

Incluso palabras comunes como ‘no’, ‘rey’ o ‘cuál’ muestran patrones distintos según el autor, y nuestra herramienta los detecta”, explica Thomas Römer, otro de los investigadores implicados. Gracias a esta técnica, el modelo consiguió clasificar los textos con un 84% de precisión, siendo especialmente certero con los textos sacerdotales, que identificó correctamente en el 95% de los casos.

Una herramienta explicativa y no una caja negra

A diferencia de otros algoritmos de inteligencia artificial, el desarrollado por Faigenbaum-Golovin y su equipo no es una “caja negra”. El modelo ofrece explicaciones claras de por qué asigna un capítulo a una tradición concreta, indicando qué palabras tuvieron más peso en la decisión. Esta capacidad interpretativa ha sido clave para ganarse la confianza de los especialistas en estudios bíblicos.

“Uno de los principales logros del modelo es que permite ver el razonamiento detrás de cada atribución, lo cual es esencial para que pueda integrarse en el trabajo filológico”, señala Israel Finkelstein, arqueólogo y coautor del estudio. La herramienta también ha demostrado su robustez ante textos breves, corpus desiguales o estilos temáticamente similares.

Autores distintos para relatos similares

El algoritmo también fue aplicado a pasajes de autoría discutida. El caso más llamativo fue el del relato del Arca de la Alianza, dividido entre 1 Samuel (capítulos 4–6) y 2 Samuel (capítulo 6). Aunque ambos textos narran una misma historia, el modelo encontró diferencias significativas: el primero no encaja con ninguno de los tres estilos principales, mientras que el segundo se alinea con la tradición deuteronomista. Esta conclusión coincide con teorías que sostienen que 1 Samuel 4–6 proviene de una fuente más antigua y ajena al corpus deuteronomista.

También se analizaron otros textos de atribución discutida como los capítulos finales del libro de Crónicas, fragmentos de Ester o el “código de santidad” en Levítico 26. En muchos de estos casos, el sistema determinó que no podían asociarse a ninguna de las tres grandes tradiciones definidas, lo cual concuerda con la visión de que son textos más tardíos o de procedencia distinta.

Una alianza entre ciencia y filología

La investigación es fruto de una colaboración interdisciplinar que combina arqueología, lingüística, estadística y filología bíblica. Además de Faigenbaum-Golovin y Finkelstein, el equipo está formado por expertos como Alon Kipnis (matemático), Axel Bühler (teólogo), Eli Piasetzky (físico) y Thomas Römer (biblista).

“No es habitual ver una simbiosis tan productiva entre ciencia y humanidades”, celebra Faigenbaum-Golovin. “Es una colaboración que expande los límites de lo que podemos saber sobre los textos antiguos y ofrece nuevas herramientas para responder preguntas que llevaban siglos abiertas.”

De la Biblia a los manuscritos del Mar Muerto

Más allá del Enneateuco, los investigadores ya planean aplicar este enfoque a otros textos del judaísmo antiguo, como los Manuscritos del Mar Muerto. También podría usarse en contextos más contemporáneos: por ejemplo, para verificar la autenticidad de documentos históricos, como cartas atribuidas a Abraham Lincoln o autores clásicos.

El modelo se basa en frecuencias léxicas y estructuras lingüísticas, y no requiere que el texto haya sido previamente etiquetado ni segmentado, lo que lo convierte en una herramienta versátil para textos fragmentarios o muy editados. Además, su aplicabilidad a textos breves abre nuevas posibilidades en el análisis de inscripciones arqueológicas y papiros.

Una Biblia multiautor con huellas digitales

Los resultados del estudio confirman una idea ya aceptada por la mayoría de los estudiosos: que la Biblia no fue escrita por una sola persona ni en una sola época, sino que es el producto de múltiples autores, revisiones y contextos históricos. Lo novedoso aquí es que por primera vez un modelo computacional es capaz de identificar esas manos distintas con argumentos estadísticos sólidos y replicables. “Este trabajo no reemplaza a la crítica textual ni a la historia bíblica”, advierte Faigenbaum-Golovin. “Pero sí ofrece una herramienta complementaria que puede ayudar a dirimir controversias o confirmar hipótesis de autoría con una base cuantitativa.”

Etiquetas
stats