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Internet se pudre: ¿estamos perdiendo nuestra memoria digital?

Un joven navega por Internet en una imagen de archivo. EFE/EPA/Leo La Valle

Daniel Gayo-Avello

Profesor titular de universidad en el Departamento de Informática, Universidad de Oviedo —

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Cada día, miles de páginas web desaparecen sin dejar rastro. Y con ellas, se esfuman recuerdos, conocimientos y fragmentos de nuestra historia. Cuando todo parece estar a un clic de distancia, resulta paradójico que la World Wide Web (WWW) que llamamos internet –ese inmenso archivo digital de nuestra civilización global– se evapore en silencio.

De tablillas de arcilla a enlaces rotos

Hace casi 4 000 años, un comerciante escribió en una tablilla de arcilla una queja sobre unos lingotes de cobre defectuosos. Esa reclamación ha sobrevivido hasta hoy. En cambio, blogs, foros y webs personales publicadas hace apenas quince años han desaparecido. ¿Cómo es posible que una queja de la Edad del Bronce sea más perdurable que un post de 2009?

La clave está en la fragilidad de internet. Los contenidos digitales, si no se preservan de forma activa, son por naturaleza efímeros.

A diferencia de soportes físicos como la arcilla, el papiro o el papel, las páginas web dependen de servidores que requieren mantenimiento, dominios que deben renovarse y formatos que tarde o temprano quedan obsoletos.

Cuando un servidor desaparece, un dominio caduca, se gestionan mal las redirecciones o una página se apoya en tecnologías en desuso, el resultado es el mismo: los contenidos se vuelven inaccesibles y, cuando finalmente desaparecen, nadie lo nota.

Este fenómeno se denomina 'link rot' (en español, “enlaces podridos”) y es continuo. En un análisis de los tuits que publiqué yo mismo entre 2007 y 2023, se comprobó que el 13 % de los enlaces no funcionaban y que, si el tuit tenía más de diez años, la cifra subía al 30 %. Es decir, casi un tercio de los contenidos enlazados hace una década han quedado inaccesibles… si no se han esfumado por completo.

El apagón silencioso

En 'Blade Runner 2049', un gran apagón provocado por activistas replicantes borra todos los registros digitales. Pero no hace falta llegar a un escenario tan extremo para que desaparezcan ingentes cantidades de información en un abrir y cerrar de ojos. Aunque, al igual que en la película, esos borrados son fruto de decisiones conscientes, generalmente tomadas por empresas privadas. Por ejemplo, el cierre de plataformas como Yahoo! Respuestas, Geocities, Tuenti o los foros de Meristation supuso la pérdida de millones de textos, imágenes y conversaciones que documentaban parte de nuestras vidas y de nuestra cultura digital.

Por otro lado, a diferencia de gobiernos anteriores que implementaron políticas para preservar la información disponible en sitios web gubernamentales, la administración de Donald Trump ha eliminado sistemáticamente miles de páginas y datos oficiales en agencias como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) y la Agencia de Protección Ambiental (EPA).

Estos borrados han afectado principalmente a contenidos relacionados con salud pública, cambio climático, diversidad y derechos sociales. Han provocado una pérdida significativa de información pública y científica, y han generado alarma, especialmente, entre la comunidad científica.

Más información, pero más efímera

Todo esto ocurre mientras cada vez más información (actas parlamentarias, boletines oficiales, artículos científicos o manuales técnicos, entre otros) se publica en formato digital, a menudo, sin copia física.

La paradoja es evidente: nuestra civilización produce más contenido que nunca, pero lo hace en formatos volátiles y, además, lo está perdiendo más rápido de lo que se imagina.

A pesar de este panorama, existen esfuerzos por preservar nuestra memoria digital. El más conocido es la Wayback Machine del Internet Archive, que desde 1996 ha archivado miles de millones de páginas web. A nivel nacional, instituciones como la Biblioteca Nacional de España, o sus equivalentes en Reino Unido y Australia, también trabajan para conservar parte del patrimonio digital.

Qué se está haciendo (y qué podríamos hacer)

Del mismo modo, frente a borrados masivos y deliberados como los llevados a cabo por la administración Trump, diversas organizaciones colaboran para archivar la información eliminada. Estas iniciativas buscan garantizar el acceso futuro a datos públicos, no solo con fines de investigación, sino también para preservar el registro histórico.

Por supuesto, no es una tarea sencilla. La WWW actual es mucho más compleja que la de los años noventa: los contenidos son dinámicos e interactivos, ya no simples documentos HTML. Además, archivar contenido de redes sociales o multimedia no solo representa un enorme desafío técnico, agravado por las trabas impuestas por las propias plataformas, sino que también plantea dilemas éticos y legales relacionados con la privacidad y el consentimiento de los usuarios. Dicho de otro modo: no todo se puede ni se debe conservar.

Aun así, todos podemos contribuir: herramientas como “Save Page Now” de la Wayback Machine o Archive.today permiten a cualquiera archivar una copia de cualquier página web simplemente introduciendo su URL.

Legado digital

Finalmente, decir que la WWW se pudre es como decir que un bosque se pudre: siempre hay algo que muere, pero también algo que nace, puesto que la red está en constante transformación. Lo importante es saber que podemos capturar fragmentos, preservar lo esencial y construir una memoria digital más sólida, menos vulnerable a los vaivenes tecnológicos o a las decisiones de unas pocas empresas o gobiernos.

Puede que dentro de 4 000 años nadie encuentre nuestras quejas sobre lingotes defectuosos, pero sí nuestras recetas, memes y discusiones en foros y, con ellas, una semblanza de quiénes fuimos.

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