Cambios para terminar la legislatura

Hay verdades que no son contradictorias, o que, al menos, no lo son para mí. Por ejemplo, el nuevo giro del caso Koldo-Ábalos-Cerdán pone seriamente en cuestión la credibilidad de Pedro Sánchez como líder del PSOE y de la mayoría parlamentaria surgida de las legislativas de junio de 2023. Y, sin embargo, millones de españoles, entre los que me cuento, no deseamos elecciones anticipadas y preferiríamos que el actual Gobierno progresista durara tanto como pudiera.
En la vida todo tiene su momento oportuno. Sánchez hace bien en seguir llevando el timón por ahora y en subrayar que Feijóo tiene la posibilidad, y hasta el deber, de promover una moción de censura en el Congreso si la situación española le resulta tan insostenible como pregona. No sería el primero en hacerlo sin salir investido presidente de la carrera de San Jerónimo. Lo hicieron Felipe González contra Suárez (1980), Hernández Mancha contra González (1987), Pablo Iglesias y Sánchez contra Rajoy (2017 y 2018), Abascal y Tamames contra Sánchez (2020 y 2023). Solo en un caso, Sánchez contra Rajoy, la moción triunfó. Pero en algunos de los demás, el líder opositor agigantó su papel de alternativa, véase el caso de González.
¿A qué tiene miedo Feijóo? ¿A evidenciar su endeblez moral y política? ¿A visualizar que solo cuenta con el apoyo de Vox? ¿A que los nacionalismos vasco y catalán le den una bofetada? En la vida, señor Feijóo, uno cosecha lo que siembra. Usted podría haber aprovechado los últimos dos años para evidenciar moderación, para desmarcarse de la ultraderecha, para imponerle buenos modales a Ayuso, para granjearse simpatías en el PNV… Es decir, para demostrar que usted podría armar una mayoría parlamentaria sin la ultraderecha.
Pero no lo ha hecho, señor Feijóo. Usted sobreactuó poniéndose como una hidra cuando la amnistía a Puigdemont y los suyos, usted le negó al PNV la finca en París que era del PNV, usted no afeó en público la grosería de Ayuso al ausentarse cuando se hablaba vasco y catalán en una conferencia autonómica, usted bendijo los pactos con Vox de Mazón y otros mandatarios de su partido… Así que ahora, cuando el caso Koldo-Ábalos-Cerdán le ha puesto las cosas como se las ponían a Fernando VII, se encuentra sin apoyos más allá de las derechas política, judicial y mediática carpetovetónicas.
Francamente, yo preferiría que los políticos nos dejaran vivir en paz este verano. La pelota, la de la moción de censura, está ahora en manos de Feijóo, pero, atención, desearía movimientos serios en septiembre. Pienso que Sánchez debería anunciar que no se presentará a las elecciones de 2027. Es víctima, ciertamente, de un acoso brutal, pero el escándalo que ahora ocupa nuestra atención ha revelado que, como mínimo, es muy deficiente en la selección y gestión del personal de su máxima confianza. Dos secretarios de organización consecutivos pringados en un asunto de adjudicación corrupta de obras públicas y machismo grosero con mujeres, es algo que ningún estómago progresista puede aguantar.
No es suficiente con purgar el PSOE de esos catetos sacados de las películas de Esteso y Pajares, señor Sánchez. Usted los encumbró y usted tiene que asumir sus responsabilidades políticas. Debe abrir en el PSOE un proceso de primarias que produzca un nuevo líder o lideresa para la segunda mitad de esta década. No soy el encargado de castings en el PSOE, amigo lector, pero estoy seguro de que en esa organización hay muchos hombres y mujeres ahora desconocidos, pero capaces de repetir lo que hicieron González, Zapatero y Sánchez en sus respectivos tiempos.
Quizá ese nuevo secretario o secretaria general del PSOE podría conducir el Gobierno de coalición progresista en lo que resta de legislatura. Ya sé que en tal caso habría que ir a una investidura en el Congreso, pero no veo nada malo en ello, ya se hizo cuando Suárez y Calvo Sotelo. Quitando lo de la entrada a tiros de Tejero en el Congreso, por supuestísimo, sería una alternativa muy seria a la cuestión de confianza.
Puede que ese nuevo o nueva líder superara la investidura y así terminaríamos con la legislatura. Puede que no, que, por ejemplo, fuera rechazado por esa secta que no le tiene miedo a la llegada de Feijóo, Ayuso y Abascal a La Moncloa porque ya ha decidido que cuanto peor para la mayoría social mejor para ellos. En tal caso, iríamos a elecciones anticipadas, pero con rostros y mensajes nuevos en el PSOE y, sería muy deseable, en el espacio a la izquierda del PSOE. Habría partido.
La vida está hecha de elecciones difíciles. A mí me gustaría otra España, menos franquista y más republicana y federal, a mí me gustarían castigos ejemplares a políticos corruptos y empresas corruptoras, a mí me gustarían dirigentes más leídos y menos de mondadientes en la taberna, a mí me gustaría que no presidiera una comunidad autónoma una señora que vive en un ático de lujo presuntamente pagado por las comisiones en la venta de mascarillas y el fraude fiscal, a mí me gustaría que el líder del PP no fuera alguien llegado a ese cargo por la defenestración de un Pablo Casado al que le inquietaba la corrupción en Madrid, a mí me gustaría que el PSOE no tuviera tantas tragaderas con personajes tan golfos y tan casposos… Pero, a mis setenta años, soy muy consciente de que no viviré esa otra España.
Así que me limito a rogarles a Sánchez y el PSOE, a Sumar y Podemos, a ERC, Bildu y el PNV que reseteen –¡qué palabra más fea!– y hagan todo lo posible para retrasar la llegada a La Moncloa de los que congelarán las pensiones y los salarios, declararán la guerra a los inmigrantes, avivarán los fuegos en Euskadi y Cataluña y recibirán con honores a Netanyahu, Milei y Trump.
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