Centenario de DOC Rioja

Al cumplirse cien años desde la creación de la Denominación de Origen Rioja, es el momento oportuno para conmemorar un siglo de esfuerzo colectivo, visión compartida y excelencia vitivinícola. Rioja no solo es una marca reconocida mundialmente: es el testimonio de una cultura, de una forma de entender el paisaje, el trabajo y el tiempo. Y dentro de esa gran historia común, Rioja Alavesa ha sido y debe seguir siendo una referencia imprescindible.

La Denominación de Origen Rioja ha sabido combinar tradición y modernidad, estructura y dinamismo. A lo largo de las décadas, miles de viticultores y bodegueros han construido con su dedicación una identidad de valor que hoy es reconocida en todos los mercados del planeta. Una Denominación construida con el empeño de personas agricultoras, negocios familiares y bodegas a las que hoy también hay que rendir homenaje.

Pero como toda historia de éxito, Rioja también se enfrenta a retos propios de su madurez. Nos encontramos en un momento clave, un punto de inflexión que obliga a mirar hacia delante con claridad y determinación. En un contexto global cada vez más competitivo, en el que los consumidores demandan autenticidad, trazabilidad y personalidad, la singularidad se convierte en un valor esencial. El futuro de Rioja pasa necesariamente por reforzar su diversidad, por cuidar los relatos que hay detrás de cada botella y por profundizar en las características únicas de sus distintas zonas.

En ese camino, Rioja Alavesa no parte de cero. Muy al contrario: lleva décadas apostando por la diferenciación, por la calidad ligada al origen, por la recuperación de variedades locales y por una viticultura comprometida con el entorno. Esta comarca, enclavada entre Sierra Cantabria y el río Ebro, posee una riqueza de suelos, microclimas y tradiciones que la convierten en un territorio excepcional. Y esa excelencia debe ser reconocida, protegida y proyectada.

Hablar del pasado de Rioja Alavesa es también hablar de cómo comenzó el vino moderno de Rioja. No podemos olvidar que fue la Diputación Foral de Álava quien, a mediados del siglo XIX, trajo al enólogo bordelés Jean Pineau, iniciando así una revolución técnica y cultural que marcaría el devenir de nuestros vinos. Aquella decisión estratégica impulsó la modernización del sector y sentó las bases del prestigio internacional del que hoy disfruta la denominación.

Aquella visión transformadora sigue siendo necesaria. Rioja necesita hoy más que nunca unir la fuerza de su marca global con la riqueza de sus singularidades locales. Necesita un modelo inclusivo, no uniformizador, que entienda que sumar es reconocer la diversidad interna y convertirla en una ventaja competitiva. La diferenciación no resta, enriquece. Y Rioja Alavesa tiene mucho que aportar en ese proceso y así lo reclamamos. Responder con liderazgo transformador integrando las diferentes realidades y sensibilidades de la Denominación.

Es el momento de construir un relato común en el que cada zona se sienta representada. De mirar al futuro con criterios de sostenibilidad, calidad y valor añadido. De proteger lo que nos hace únicos: nuestras variedades, nuestros paisajes, nuestra forma de vivir la tierra. Porque un vino no es solo un producto: es cultura, identidad y pertenencia.

La Diputación Foral de Álava reafirma su compromiso con el sector vitivinícola de Rioja Alavesa. Un sector que no solo genera empleo y actividad económica, sino que también proyecta la imagen de Álava en el mundo. Nuestra responsabilidad institucional es acompañar, escuchar y trabajar junto a quienes día a día cultivan nuestras viñas y elaboran nuestros vinos. Sabemos que su éxito es el de todo el territorio.

En este centenario, honramos el legado recibido, pero sobre todo, asumimos el deber de cuidarlo y proyectarlo hacia el futuro. Rioja es fuerte cuando es fiel a sus raíces y a su diversidad. Y Rioja Alavesa debe seguir siendo uno de sus pilares esenciales. Con humildad, pero también con orgullo.

Brindemos por cien años de historia, y por todos los que están por venir.