La importancia de la terapia individualizada para tratar los problemas aórticos

La aorta es la principal arteria del cuerpo humano que se encarga de transportar la sangre oxigenada desde el corazón al resto del organismo. En ocasiones, puede verse afectada por diversas patologías como los aneurismas: dilataciones de la arteria que pueden hacer que se rompa si no se evita a tiempo. Uno de ellos es el aneurisma torácico, un abultamiento que se produce en la pared de la aorta a la altura del tórax.
En concreto, aparece en el segmento de la arteria que va desde su origen en el corazón hasta la salida del tórax por el diafragma. Esta dilatación, de al menos el 50% su diámetro normal, provoca un debilitamiento del vaso y, en consecuencia, puede derivar en complicaciones graves. De origen idiopático en la mayoría de los casos, no dispone de tratamiento más allá de la cirugía y, dadas sus consecuencias, el diagnóstico precoz es crucial. Requiere por tanto de un enfoque preciso y especializado.
En este sentido, y dada la importancia de dar con un diagnóstico y un tratamiento más individualizado a estos pacientes, el estudio publicado en un número especial dedicado a mujeres en ciencias ómicas de la revista científica Journal of Proteome Research de la American Chemical Society ha permitido identificar diferencias clave en la dilatación de la aorta en función del tipo de válvula aórtica e identificar biomarcadores plasmáticos que podrían servir para monitorizar la progresión de la enfermedad y la eficacia de los nuevos tratamientos.
Ariadna Martín-Blázquez y la Doctora Marta Martín-Lorenzo son las primeras co-autoras del estudio y, la Doctora Gloria Álvarez Llamas, última firmante y autora de correspondencia, todas ellas investigadoras del Grupo de Inmunología del Instituto de Investigación Sanitaria de la Fundación Jiménez Díaz —IIS-FJD—, que han trabajado junto con el equipo dirigido por el Dr. Aldamiz-Echevarría del Servicio de Cirugía Cardiaca del Hospital Universitario Jiménez Díaz.

Válvula aórtica bicúspide
La válvula aórtica, que se sitúa entre el ventrículo izquierdo y la aorta, está formada generalmente por tres finos velos que se separan porque la sangre, cuando se contraen los ventrículos, los empuja para dejar pasar toda la sangre que se desplaza a todos los órganos y tejidos del cuerpo. Hablamos de la válvula tricúspide (VAT).
Pero, en ciertos casos, por un defecto congénito, la válvula aórtica tiene solo dos velos, y hablamos aquí de válvula aórtica bicúspide (VAB). En el estudio citado, las investigadoras han descubierto diferencias importantes en la fisiopatología de la dilatación aórtica torácica “en función del tipo de válvula destaca la necesidad de estrategias terapéuticas diferenciadas para los pacientes con válvula aórtica bicúspide y tricúspide.
En este sentido, la válvula aórtica bicúspide, que afecta al 1-2% de la población mundial, se ha identificado como un factor de riesgo independiente para el desarrollo del aneurisma torácico. La explicación a todo ello está en que este tipo de válvula acelera el crecimiento del aneurisma ya que afecta aproximadamente a la mitad de estos pacientes y, además, lo hace a una edad más temprana que los que tienen una válvula aórtica tricúspide.
En el estudio, las investigadoras han podido constatar que, en las personas con VAB, la dilatación aórtica está relacionada con un fenotipo de mayor estrés de las células vasculares de músculo liso, “con un aumento del estrés oxidativo y de respuesta al daño del DNA”, afirma Martín-Blázquez.

Candidatos para biomarcadores diagnósticos
La mayoría de los aneurismas aórticos torácicos se suelen detectar a partir de exámenes como radiografía del tórax, ecocardiografía o resonancia magnética, que se realizan por algún otro motivo puesto que muchos son asintomáticos aunque, cuando aparecen, suelen hacerlo con ronquera o afonía, dificultad para tragar, falta de aire, dolor de espalda o en el pecho. Llegar a un diagnóstico precoz siempre es de suma importancia. Y la búsqueda de biomarcadores que puedan indicar la presencia de un aneurisma torácico con la precisión suficiente para que sirva como herramienta de cribado es clave.
Durante la investigación se han analizado células vasculares de músculo liso aisladas de aortas de pacientes con aneurisma aórtico torácico esporádico, haciendo una distinción entre pacientes con VAB o VAT, y se han identificado biomarcadores plasmáticos que “podrían servir para monitorizar la progresión de la enfermedad y la eficacia de los tratamientos”, afirma la Dra. Martín-Lorenzo.
Se han identificado, por ejemplo, biomarcadores como las proteínas FAP y BGN, relacionadas con un mayor grado de inflamación en las personas con VAT; mientras que otros, como los niveles elevados de C1Q NF5 y LAMA2 en personas con VAB, suponen por su lado un mayor grado de estrés celular.
“Estos biomarcadores podrían ser la clave para mejorar la estratificación de riesgo de los pacientes y optimizar la toma de decisiones clínicas”, concluye la Dra. Alvarez-Llamas.