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¿Qué está pasando con las ‘listening parties’? El caso Aitana abre el debate

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Inma Moraleda

Madrid —

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Lo que antes era un evento exclusivo y gratuito para medios o fans cercanos, ahora se convierte en una entrada más del negocio musical. Las listening parties se transforman y nos dan la bienvenida a la era de pagar por escuchar antes que nadie.

El pasado mes de abril, Aitana convocó a miles de fans en el Movistar Arena para algo que, hasta hace no mucho, parecía impensable: escuchar su disco antes de que saliera previo pago. Es decir, no fue un evento gratuito, ni limitado a periodistas o colaboradores. Era una listening party con entradas a 16,50 euros y ventajas exclusivas para quienes poseyeran una tarjeta Santander Aitana. Todo un despliegue de marketing.

Este tipo de eventos, en principio creados para compartir por primera vez un álbum con una audiencia cercana, están evolucionando hacia un modelo más rentable. Artistas en España como Delaossa o Fernando Costa han hecho lo mismo, convocando a su público en salas más o menos grandes para escuchar juntos, por primera vez y bajo un determinado coste, sus nuevos lanzamientos. Incluso Kanye West ha llevado el formato al extremo: organizando macroeventos que mezclan escucha previa, show en directo y performance visual, con entradas al precio de un concierto normal.

De coste promocional a producto vendible

Tradicionalmente, las listening parties eran un gasto promocional. El equipo del artista corría con los costes del alquiler de una sala pequeña, sonido y catering si hacía falta, para reunir a medios, críticos y algún fan con suerte. Se generaba conversación sobre el evento y el trabajo, algo de prensa y buena voluntad.

Hoy, esa dinámica ha cambiado. En un momento en el que los artistas se enfrentan a ingresos cada vez más fragmentados y una industria que prioriza la inmediatez y el contenido, convertir ese primer contacto con el disco en un evento rentable resulta muy atractivo estratégicamente hablando.

Algunos lo defienden como una forma de conexión directa con los fans más leales, aquellos dispuestos a pagar por una experiencia anticipada. Otros lo critican como una extensión del modelo de monetización constante, donde todo se convierte en producto: incluso el momento íntimo de escuchar un disco por primera vez.

Un paso más en el modelo fan-economy

Más allá de la polémica, lo cierto es que este fenómeno encaja en la tendencia creciente del modelo fan-economy, donde los seguidores más comprometidos se convierten en una fuente de ingresos directa: compran discos firmados, entradas para meet & greet, y ahora también para listening parties.

Las discográficas lo saben, y los artistas también. Convertir la primera escucha en un evento exclusivo y de pago permite controlar la narrativa, generar conversación en redes, recopilar contenido para TikTok o YouTube y, de paso, ingresar cierta suma de dinero. Aitana lo hizo en un pabellón. Otros lo harán en teatros, salas o incluso cines.

¿Qué pierde y qué gana la música?

La pregunta de fondo es si este nuevo formato transforma el significado original de una listening party y si eso importa. Algunos apuntan que se pierde parte del componente emocional: escuchar el disco en casa, sin spoilers, sin aplausos ni directrices. Otros creen que se gana en comunidad, en espectáculo, en crear experiencias memorables de forma presencial y física. Aunque ahora tenga que ser a golpe de bolsillo y bajo ciertos intereses.

Sea como sea, el resultado es que en la era digital, la música ya no se lanza, se celebra. Y esa celebración tiene un precio.

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