Tiene un cerebro minúsculo, pero esta polilla viaja miles de kilómetros leyendo el firmamento

Las polillas bogong migran hasta mil kilómetros guiadas por las estrellas

Héctor Farrés

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Miles de años antes de que existieran los mapas, el firmamento marcaba el camino. Las estrellas no eran solo puntos brillantes en la noche, sino señales útiles para quienes cruzaban desiertos, navegaban océanos o atravesaban selvas sin senderos definidos.

Civilizaciones enteras aprendieron a identificar constelaciones para predecir estaciones, establecer rutas y reconocer territorios. Esa capacidad de orientarse con las estrellas ha acompañado a la humanidad desde los inicios de sus desplazamientos, y ahora se confirma que también forma parte de otro viaje mucho más pequeño.

Un pequeño insecto australiano ha demostrado una sorprendente destreza para orientarse con la Vía Láctea

Un estudio publicado en la revista Nature ha demostrado que las polillas bogong, originarias del sureste de Australia, utilizan la Vía Láctea para guiarse durante sus migraciones estacionales de hasta mil kilómetros.

Los investigadores del equipo internacional responsable de este hallazgo diseñaron un simulador de vuelo que recrea el cielo nocturno con una proyección estelar completa. En ese entorno artificial, los ejemplares analizados se orientaron hacia el sur en primavera y hacia el norte en otoño, coincidiendo con sus rutas migratorias reales.

La clave del experimento fue modificar el cielo proyectado: cuando los científicos rotaron las estrellas 180 grados, las polillas cambiaron su dirección en la misma proporción. Pero si las constelaciones eran alteradas o distribuidas al azar, su capacidad de orientación se desvanecía por completo.

Esta respuesta, según explican en el artículo, demuestra que los insectos no vuelan guiándose por una luz intensa o por señales visuales simples, sino que reconocen patrones concretos del cielo estrellado para determinar una dirección geográfica.

Además del cielo, utilizan el campo magnético para mantener la dirección

El profesor Eric Warrant, de la Universidad de Lund y coautor del estudio, subraya la importancia del descubrimiento al comparar el comportamiento de las bogong con el de otros insectos. A diferencia de los escarabajos peloteros, que también detectan la luz estelar pero recorren distancias cortas sin un destino específico, estas polillas realizan viajes prolongados con un objetivo claro. En sus palabras, recogidas por Nature, el investigador señala que “a las polillas bogong les importa mucho dónde terminan, porque si no llegan a las cuevas, probablemente morirán”.

Esta diferencia en el propósito del trayecto implica que las bogong no solo se orientan, sino que navegan. El estudio también documenta que, en ausencia de visibilidad estelar, los ejemplares eran capaces de mantener el rumbo gracias al campo magnético terrestre.

Esta doble capacidad –visual y magnética– garantiza una mayor fiabilidad en trayectos nocturnos y en condiciones atmosféricas cambiantes. Los autores destacan que se trata del primer invertebrado conocido que utiliza estrellas para desplazamientos de larga distancia.

La base neurológica de este comportamiento también fue examinada. Las pruebas identificaron neuronas sensibles a la dirección estelar en zonas cerebrales relacionadas con la orientación. Estas células se activaban de forma específica cuando la polilla miraba hacia el sur. El hallazgo refuerza la hipótesis de que, incluso con cerebros diminutos, ciertos insectos poseen estructuras nerviosas especializadas que les permiten interpretar el cielo nocturno como un mapa.

La cuestión que aún queda abierta es si las polillas bogong distinguen estrellas individuales o si se guían por formaciones más amplias y visibles. Según Warrant, la forma alargada y tenue de la Vía Láctea parece ser un elemento central para su orientación, debido a que sus ojos compuestos captan una imagen mucho más luminosa del cielo que la que perciben los humanos. En este sentido, apunta que “es muy posible que las polillas usen la Vía Láctea para la navegación”.

Aunque no se descarta que otros insectos nocturnos migratorios posean habilidades similares, el caso de las bogong es el primero en documentarse con evidencias experimentales tan claras. El estudio abre nuevas líneas de investigación para comprender cómo los animales, incluso aquellos con sistemas nerviosos extremadamente simples, logran recorrer trayectos complejos guiándose por los astros.

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