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Medio siglo de lucha en verde: el movimiento ecologista valenciano hace memoria

Participantes en el encuentro sobre los 50 años del ecologismo en el País Valenciano con una fotografía de Josep Vicent Marqués en la pantalla.

Adolf Beltran

8 de junio de 2025 07:57 h

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En los orígenes no había prácticamente parajes protegidos, ni declaraciones de impacto ambiental, ni carriles bici, ni reciclaje de residuos, ni legislación proteccionista, ni planes contra el cambio climático... Por no haber, no había ni democracia. Con el aldabonazo sobre la opinión pública mundial que en los años setenta supuso el denominado Informe Meadows sobre los límites del crecimiento -un documento encargado por el Club de Roma a 17 científicos y expertos cuyas conclusiones alertaban de que si se mantenía el crecimiento demográfico, la industrialización, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales, en cien años se alcanzarían los límites que la Tierra podría soportar-, el movimiento ecologista valenciano comenzó a formarse hace más o menos medio siglo. A su persistencia, tenacidad y capacidad de acción debe la sociedad valenciana muchos avances en la protección del medio ambiente y en los cambios legales y de mentalidad que pueden considerarse ya un legado histórico de la lucha de orientación verde en nuestro territorio y en nuestras ciudades.

“Valorar el papel del ecologismo en la transformación hacia una sociedad más libre, más equitativa y más sostenible”. El biólogo y exdiputado de Els Verds-Esquerra Ecologista Carles Arnal, un veterano del movimiento desde los tiempos de la transición a la democracia, describe así la pretensión de un ciclo de actividades y debates en el que se conmemoran los 50 años del ecologismo valenciano. Tras una conferencia inaugural el día 27 de mayo de Ricardo Almenar, uno de los principales expertos en desarrollo sostenible, se organizó el 4 de junio en el Jardín Botánico de València un encuentro de representantes de los principales grupos del ecologismo en el País Valenciano, algunos ya desaparecidos, otros plenamente activos, que sirvió para hacer memoria desde una actualidad todavía llena de retos.

Promovido a título particular por un grupo de personas vinculadas al ecologismo desde hace años, el ciclo, que pretende ser “una pequeña y modesta contribución al reconocimiento y la reivindicación del papel esencial del ecologismo en el País Valenciano”, contó en la presentación del acto en el Jardín Botánico con el arquitecto y activista Carles Dolç, quien situó el contexto y los antecedentes de los que surgió el movimiento, con dos referencias clave: el informe del Club de Roma de 1972 sobre “los límites del crecimiento” y el fuerte movimiento antinuclear de los años setenta (la Coordinadora Antinuclear estatal se creó en 1977). Sin una fecha determinada a la que otorgar su nacimiento, “el ecologismo valenciano se desarrolló con objetivos concretos a partir de 1974 y 1975”, justo al final de una dictadura franquista que había marcado una época de “destrucción de la naturaleza”.

Los agitados tiempos de la transición, en los que amparó muchas movilizaciones el ya legendario emblema del sol que sonríe con la frase “nuclear? no, gràcies”, registraron batallas ciudadanas como la protesta, conducida sobre todo por las asociaciones vecinales, contra la urbanización de la playa y la dehesa de El Saler o a favor de la transformación en un gran parque del cauce del Turia a su paso por la ciudad de València. “El Saler per al poble” y “El llit del Túria és nostre i el volem verd” son eslóganes que han quedado en la historia como hitos de sendas victorias ciudadanas, mientras la oposición a la central nuclear de Cofrentes no lograría el objetivo de su paralización y convertiría el cierre de esas instalaciones en un asunto de permanente reivindicación que llega hasta nuestros días.

Hubo a partir de 1970 una entidad de ámbito estatal, la Asociación Española para la Ordenación del Medio Ambiente (Aeorma), de la que existió una sección valenciana y que celebró en 1974 una junta general o asamblea en Benidorm en la redacción de cuyo manifiesto tuvo un papel destacado el sociólogo Josep Vicent Marqués, una de las figuras más influyentes del movimiento ecologista en sus primeras décadas de existencia. Autor, entre otros ensayos, de Ecología y lucha de clases (1978), Marqués se presentó en 1979 al Senado como candidato independiente apoyado por diversas formaciones de izquierda con un lema juguetón: “Ni fam, ni fum, ni fem” (“Ni hambre, ni humo, ni basura”). Pertenecía a lo que Carles Dolç califica como “una nueva generación en marcha” y la orientación irónica de su discurso, que sin embargo no consiguió llevarlo a la Cámara alta, marcaba una característica del incipiente movimiento.

Jaume Martínez Bonafé, profesor de Ciencias de la Educación y reconocido impulsor de la renovación pedagógica, militó en uno de los primeros grupos valencianos organizados, el Col·lectiu Margarida. Y explicó en el encuentro del Jardín Botánico, precisamente, que la forma de comunicación que aquel grupo practicaba era “performatiiva y provocadora”. Pretendía “ayudar a pensar a la gente desde la sonrisa”, como puede comprobarse en los boletines que publicó bajo la cabecera “Margarida i altres herbes”.

Además de manifestaciones, marchas en bicicleta y protestas diversas, el Col·lectiu Margarida organizó acciones como aquella en la que sus activistas colocaron en cada portal de cada edificio de vecinos de la ciudad de València un supuesto comunicado de un no menos supuesto Instituto Nacional de Salud en el que se quitaba importancia a los peligros de la energía nuclear pero se formulaban recomendaciones, ante “el caso poco probable de que se produjera el denominado accidente máximo”, como “refugiarse en lugares totalmente cerrados tales como sótanos, alcantarillas o la propia vivienda protegiendo las ventanas con planchas de hierro o plomo de varios centímetros de espesor”, no comer alimentos procedentes de un radio de 100 kilómetros de la central nuclear, no beber agua del grifo o “no hacer uso del matrimonio” para evitar “malformaciones congénitas posteriores”.

Al Grupo Ecologista Libertario (GEL) pertenecía el profesor de Secundaria Emilio García, que explicó que aquella organización pretendía “una revolución de la alegría y para la alegría” en una “lucha desigual frente a la sociedad de consumo y el capitalismo”. El GEL protagonizó acciones que hoy parecen ingenuas, como la de pintar clandestinamente un carril bici en las calles de la ciudad de València. Sus activistas sufrieron agresiones de elementos de la extrema derecha y la represión policial en muchas manifestaciones. Convocó, por ejemplo, la “primera marcha a Cofrentes” y publicó un dossier sobre “las anomalías” en la construcción de la central nuclear que tuvo un notable impacto en aquel momento.

Aviat era el nombre, correspondiente a las siglas de la Associació Valenciana d'Iniciatives i Accions en Defensa del Territori, de un grupo creado en 1978 al que perteneció el ingeniero de caminos y profesor de urbanismo, hoy presidente de la asociación La Plaça-Debats, Joan Olmos. Este grupo, del que formaban parte un amplio abanico de técnicos, profesionales y destacados representantes de la cultura, entre ellos el propio Josep Vicent Marqués, el arquitecto Just Ramírez, la historiadora del arte Trini Simó o el poeta Vicent Andrés Estellés, elaboró un Manifest ecologista del País Valencià que sistematizaba las principales líneas de trabajo que la lucha ecologista desarrollaría en décadas posteriores, con “un primer inventario de puntos negros, espacios amenazados o necesitados de protección, y una serie de medidas a corto plazo para detener la degradación del medio ambiente”. Olmos, como también hicieron otros intervinientes, evocó a dos figuras fundamentales para el ecologismo valenciano: el biólogo Miquel Gil Corell, quien desde su posición de profesor de ecología dio formación y consistencia científica a sus reivindicaciones, y Vicent Torres, economista y especialista en transporte, fallecido hace poco más de un año.

Olmos contó como anécdota en su trayectoria que durante su etapa como director general de Obras Públicas de la Generalitat Valenciana, entre 1983 y 1988, con el socialista Joan Lerma como presidente, se produjo la polémica sobre el proyecto del llamado “tercer cinturón de ronda” de València, que implicaba la destrucción de una gran superficie de huerta y que la lucha ciudadana logró paralizar. En un determinado momento, el conseller de la época le recriminó una supuesta contradicción en sus posiciones contrarias a aquella obra. “Recuerda que ahora estás en el gobierno”, le dijo.

También pasó brevemente por un cargo público en la Generalitat Valenciana, el de directora general de Conservación del Medio Natural entre 1994 y 1995, la profesora de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universitat de València, de la que fue decana, Maria Àngels Ull, quien citó como referencias el libro Ecologiada, 100 batallas: medio ambiente y sociedad en la España reciente, de Pedro Costa Morata, uno de los fundadores del movimiento ecologista en España, y el estudio publicado por el sociólogo Mario Gaviria en 1974 con el título Ni desarrollo regional, ni ordenación del territorio: el caso valenciano.

“Los ecologistas somos una voz de alarma”, sostuvo Ull, que evocó, “sin caer en la nostalgia”, la importancia del excursionismo en los primeros pasos del futuro movimiento verde. El Centre Excursionista de València, por ejemplo, tenia una sección de ecología desde la que se impulsaron campañas de recolección de semillas de especies autóctonas para hacer plantaciones en los montes valencianos que tuvieran en cuenta la diversidad, en oposición a las absurdas y masivas repoblaciones forestales solo de pìnos que practicaba el organismo oficial, el Icona (Instituto para la Conservación de la Naturaleza).

Como muchos otros, Ull dio el paso de Aviat a Acció Ecologista, creada en 1981, que supuso un salto cualitativo en el movimiento, con capacidad de diversificar líneas de trabajo y de aglutinar a grupos y asociaciones alrededor de su sede la Casa Verda, hoy ubicada en la calle del Portal de Valldigna, en El Carme, y que antes estuvo en la calle de Mossén Femenia, en el barrio valenciano de Russafa. Aquel grupo se unió en 1987 con la asociación Agró y dio lugar a la actual Acció Ecologista-Agró, una organización no gubernamental reconocida como entidad de utilidad pública a partir de 2015.

De Agró (nombre tomado del agró roig, ave acuática típica de lagos y humedales) venía el también biólogo Víctor Navarro, quien apuntó que sus miembros procedían mayoritariamente del grupo de especialistas que preparó los estudios previos para la denominada “ordenación del monte de la Dehesa de El Saler” y de personas asociadas a la Sociedad Española de Ornitología. A la hora de hacer viable aquella fusión, que daría pie a la principal organización ecologista valenciana, evocó la labor de Jordi Bigas (que acabaría siendo uno de los fundadores de Greenpeace España) y de Maties Riera (que fue presidente de la nueva asociación).

Navarro repasó algunos hitos en la lucha de Acció Ecologista-Agró, como la defensa del parque natural del marjal de Pego-Oliva, del marjal dels Moros, en Sagunto, o del marjal de Albuixec. Esta última lucha fracasó. En Albuixec, sobre una de las escasas zonas húmedas que servían de refugio a una especie de pez endémica de la costa mediterránea, el samaruc, iban a instalarse unos depósitos de combustible y los ecologistas recurrieron a los tribunales. Pese a la actitud receptiva del juez, que paralizó inicialmente el proyecto, el fiscal alegó que “el necesario desarrollo económico exige ciertos sacrificios” y, no sin antes “deportar” a cientos de ejemplares de samaruc a la piscifactoría de El Palmar, se aterró el marjal completamente.

El recurso presentado al plan de usos y gestión del parque natural de la Albufera, que fue estimado por los tribunales en 2004, o la lucha en el cambio de siglo por el cierre de la central térmica de Andorra (Teruel), cuyas emisiones producían una lluvia ácida sobre los bosques de la comarca castellonense de Els Ports, fueron algunos de los asuntos que citó Navarro. “Estamos en cientos de historias”, añadió al referirse, entre otras, a intervenciones contra planes urbanísticos, a favor de la ubicación racional de las energías renovables o contra la ampliación de las instalaciones portuarias de València a través de la Comissió Ciutat-Port. Tras todas estas batallas funciona en la organización, como un apoyo fundamental, la “comisión de derecho ambiental” en la que juristas reconocidos aportan sus conocimientos, su tiempo y habilidades a las causas que asume Acció Ecologista-Agró.

Puntualizaron, tanto los convocantes como los que intervinieron en este ejercicio de memoria histórica, que no se trataba de hacer una revisión exhaustiva y completa de un movimiento en el que ha habido y existen otros muchos colectivos y organizaciones, sean de ámbito territorial o sectorial, pero Maria Àngels Ull resumió el ánimo de los participantes al asegurar: “Hemos tenido victorias y derrotas, pero somos una voz de alarma que ha de continuar sonando fuerte”.

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