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CV Opinión cintillo

Un año más, orgullo y resistencia frente a la amenaza contra los derechos LGTBIQA+

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Cada mes de junio, millones de personas alrededor del mundo salen a las calles para reivindicar el Orgullo LGTBIQA+. Lo hacen con banderas, música y mucho brillo, pero también con memoria, rabia y reivindicación. Porque el Orgullo no es —y nunca ha sido— una celebración. Es una respuesta política, una declaración de existencia y resistencia.

Este año, esa resistencia es más urgente que nunca. El ascenso de gobiernos de derecha y ultraderecha en distintas partes del mundo amenaza de forma directa los derechos y libertades de las personas LGTBIQA+.

Allí donde la derecha y ultraderecha avanza, retrocedemos en derechos. En Hungría, se han prohibido contenidos educativos sobre diversidad afectiva y de género. En Italia, se han eliminado los nombres de madres lesbianas de las partidas de nacimiento. En Estados Unidos, gobernadores conservadores impulsan leyes que restringen la atención médica para personas trans y censuran libros en escuelas. En España, el discurso del odio ha saltado de los márgenes al Parlamento, cuestionando incluso leyes fundamentales como la de igualdad o la de autodeterminación de género.

Estas noticias nos demuestran que no se trata de un ataque aislado. Es una estrategia global, coordinada por sectores que no toleran la diversidad y que usan el miedo como herramienta política. Bajo pretextos como “proteger a la infancia” o “luchar contra la ideología de género”, buscan invisibilizar a quienes no se ajustan a la norma heterosexual y cisgénero.

Frente a este panorama, salir a la calle este Orgullo no es opcional. Es un deber y una necesidad. Es un grito colectivo y un acto de defensa ante quienes nos quieren devolver al armario, negar nuestra identidad o convertir nuestras vidas en un tema de debate.

Porque el Orgullo es, sobretodo, memoria. No olvidamos que nuestros derechos han sido conquistados gracias a décadas de lucha, de activismo, de cuerpos expuestos en la calle y se palizas y asesinatos. No olvidamos que hubo un tiempo (no tan lejano) en el que el silencio era la única forma de sobrevivir.

Este 28 de junio no es solo una marcha. Es una barricada frente al odio. Es un refugio de comunidad y una advertencia a quienes piensan que pueden borrar nuestras conquistas. Es la manera más poderosa de decir que la historia no se escribe sin nosotres.

Por eso, un año más, hay que salir a la calle. Con pancartas, con rabia, con esperanza, con memoria. Porque cada paso que damos juntes, cada bandera que alzamos, cada gesto afectuoso en público es, también, una victoria contra quienes nos quieren silenciades e invisibles.

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