El pueblo medieval de Teruel rodeado de piscinas naturales donde puedes bañarte en aguas cristalinas y hacer senderismo

La Pesquera.

Edu Molina

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Enclavado en la comarca del Matarraña, Beceite se presenta como un destino donde convergen historia, naturaleza y arquitectura tradicional. Este municipio turolense, de calles adoquinadas y construcciones de piedra, ha mantenido a lo largo del tiempo un legado patrimonial que hoy lo convierte en un referente del turismo rural en Aragón.

Su perfil medieval se alza entre montañas, bosques y cursos de agua cristalina que modelan un entorno en el que el visitante encuentra desde pozas profundas hasta rutas fluviales encajonadas entre paredes de roca.

Perteneciente a la llamada “Toscana española”, la localidad conserva elementos urbanos como portales de acceso de origen defensivo, una iglesia barroca y un puente de piedra que atraviesa el Matarraña. La huella de la Orden del Temple y de los antiguos molinos papeleros continúa presente en la estructura del casco antiguo, donde aún se aprecian construcciones del siglo XVI que en su día sirvieron de residencia y de taller.

En paralelo, la riqueza natural del entorno ha convertido a Beceite en un enclave especialmente visitado durante los meses de verano, cuando las temperaturas elevadas invitan a sumergirse en sus numerosas piscinas naturales.

Los ríos que riegan su término —el Matarraña, el Ulldemó y el Tastavins— han esculpido durante siglos un paisaje de gargantas, saltos y corredores acuáticos. En esta red de parajes destacan pozas de aguas turquesas, pasarelas suspendidas sobre cañones y senderos que conducen a cascadas escondidas. La fusión entre el entorno rural y el atractivo acuático ha posicionado a Beceite como uno de los destinos más codiciados del interior peninsular para quienes buscan un baño en plena naturaleza sin renunciar al encanto de un pueblo con historia.

Piscinas naturales, pozas escondidas y rutas fluviales

El entorno natural de Beceite está profundamente marcado por la presencia del agua. Tres ríos atraviesan o bordean su término municipal, y el resultado es una geografía rica en contrastes.

Uno de los parajes más conocidos es el del Parrizal de Beceite, un sendero de gran valor paisajístico que discurre por el cauce alto del río Matarraña. El recorrido transcurre entre paredes verticales de caliza y está acondicionado con pasarelas de madera que permiten caminar sobre el agua. El baño en el río dentro del espacio natural del Parrizal está prohibido para proteger el ecosistema, pero la ruta ofrece una experiencia visual y sensorial singular.

Para quienes buscan refrescarse, la opción más recomendable es La Pesquera, un conjunto de pozas situadas en el río Ulldemó, afluente del Matarraña. Este espacio destaca por su belleza natural, resultado de la erosión del agua sobre las rocas, que ha dado lugar a numerosas pozas ideales para el baño y el disfrute en plena naturaleza.

Muy cerca de Beceite, el río Tastavins, afluente del Matarraña, ofrece uno de los paisajes naturales más impactantes de la comarca: el Salt de la Portellada. Esta cascada de aproximadamente veinte metros de altura presenta un salto de agua rodeado de un entorno de gran belleza.

Otro enclave popular es la Poza de Lledó, una zona de baño que destaca por sus vistas únicas al acueducto del río Matarraña. Situada en el desvío de la carretera A-231, que conecta Lledó y Arnes, esta poza ofrece además la posibilidad de disfrutar de agradables paseos por la cercana Vía Verde.

Además de las pozas y ríos que atraviesan Beceite, el pantano de la Pena, situado en el cauce del río del mismo nombre, forma parte integral del paisaje natural de la comarca del Matarraña. Su construcción, iniciada en 1909 y finalizada en 1930, supuso la creación de un embalse que anegó varias masías dispersas en la zona. La presa tiene una altura de 41 metros y una longitud de 119 metros, y su embalse abarca una superficie de 129 hectáreas con una capacidad aproximada de 18,5 millones de metros cúbicos de agua.

A lo largo del término municipal, varios puntos de baño se encuentran señalizados y acondicionados, aunque algunos tramos permanecen en estado natural, sin intervención humana. Esto permite a cada visitante encontrar su propio rincón, desde balsas escondidas entre la maleza hasta remansos abiertos con vistas a las sierras. La presencia constante del agua convierte el entorno de Beceite en un lugar cambiante según la estación, pero siempre atractivo para el descanso, la contemplación o el disfrute activo.

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