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El precioso edificio que Zaragoza estuvo a punto de perder: una joya del modernismo aragonés

Casa Solans.

Edu Molina

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Durante años permaneció en ruinas, tras sus muros de cerámica vidriada y olvidada por gran parte de la ciudad. Sin embargo, la Casa Solans, un ejemplo singular de modernismo aragonés, ha logrado sobrevivir al abandono y al deterioro gracias a un largo proceso de rehabilitación que culminó en 2005. Hoy vuelve a ser visible y reconocible desde la avenida Cataluña, en el barrio de Jesús de Zaragoza, donde sigue luciendo la exuberante decoración que le valió el sobrenombre de “La casa de los azulejos”.

Encargada a comienzos del siglo XX por el empresario harinero Juan Solans, fue construida entre 1918 y 1921 siguiendo los planos del arquitecto Miguel Ángel Navarro Pérez. La fachada de azulejos policromados, que representa motivos florales, geométricos y signos del zodiaco, convierte a esta edificación en una obra atípica dentro del paisaje arquitectónico de la ciudad. Pese a su valor patrimonial, su historia no ha sido sencilla: después de varias décadas de uso residencial y posterior abandono, llegó a estar calificada como inmueble en ruina.

Recuperada para el uso público e institucional, la Casa Solans es hoy un ejemplo de cómo un inmueble condenado al olvido puede regresar al centro de la vida urbana. Fue declarada Bien de Interés Cultural en 2002, alberga desde 2018 diversas oficinas municipales y continúa siendo un punto de interés cultural que llama la atención de quienes pasean por esta zona del este zaragozano. Su interior no está abierto al turismo convencional, pero sus valores patrimoniales y arquitectónicos siguen despertando la curiosidad de visitantes y vecinos.

Un icono modernista con influencias levantinas

Aunque el modernismo aragonés no alcanzó la proyección que tuvo en otras regiones como Catalunya o la Comunitat Valenciana, sí dejó ejemplos notables en la arquitectura privada de Zaragoza. La Casa Solans es uno de los más destacados.

Su estilo decorativo, exuberante y ecléctico, bebe de las influencias del modernismo valenciano y catalán, visible en la profusión de azulejos, las formas curvas, la integración de motivos naturales y el empleo de técnicas ornamentales como el mosaico cerámico y las vidrieras emplomadas.

El edificio fue concebido como residencia particular. La distribución interior se adaptaba a los usos domésticos de una familia acomodada de principios del siglo XX. En la planta baja se encontraban las estancias de uso común como comedor, despacho o sala de visitas; en la primera, los dormitorios y una capilla privada; y en la segunda, más reducida, los espacios de servicio. Desde su torre-mirador se disfrutaban vistas a la ciudad.

Entre los elementos más llamativos de su arquitectura exterior están los paneles cerámicos que representan los signos zodiacales en las esquinas del edificio, indicando el comienzo de las estaciones. También aparecen escudos heráldicos relacionados con la familia Solans y otros motivos simbólicos.

El arquitecto Miguel Ángel Navarro Pérez fue uno de los principales exponentes del modernismo en la ciudad. Además de la Casa Solans, diseñó el Pabellón de la Escuela de Artes y Oficios y colaboró en la restauración del Monasterio de Piedra. Su obra combina una visión moderna de la arquitectura con el conocimiento de la tradición local y un sentido ornamental próximo a las corrientes art nouveau europeas.

Del abandono a la recuperación institucional

La trayectoria de la Casa Solans no ha estado exenta de dificultades. Tras la muerte de su promotor, Juan Solans, en 1926, la casa permaneció como residencia de su viuda, Rafaela Aisa, hasta su fallecimiento en 1965. A partir de entonces, el edificio cambió de manos y comenzó un lento proceso de deterioro. Durante décadas, sufrió daños por humedades, abandono y vandalismo. En 1995, fue declarado en ruinas, lo que suponía su posible demolición.

En 1996, el Ayuntamiento de Zaragoza adquirió la propiedad con la intención de restaurarla y darle un uso público. Los trabajos de rehabilitación, que se prolongaron hasta 2005, supusieron una inversión cercana a los 900.000 euros. Las obras permitieron recuperar tanto los elementos estructurales como decorativos: se restauraron los azulejos, las vidrieras y el interior original, siempre bajo supervisión patrimonial.

Entre 2003 y 2015, la Casa Solans fue la sede de la Oficina de Naciones Unidas de apoyo al Decenio del Agua, un programa internacional para la promoción del acceso sostenible a este recurso. Esta etapa supuso la internacionalización del edificio y su vinculación a causas sociales y medioambientales.

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