El Tajo rompe costuras

En la semana que ha terminado se producía un acontecimiento que afectaba a las costuras de la Constitución. Por iniciativa del Parlamento Regional de Murcia se llevaba al Congreso de los Diputados una proposición de ley para blindar los trasvases de agua del Tajo al Levante, en lenguaje simplificado.

La iniciativa tuvo la siguiente votación que debe ser conocida por los ciudadanos: PP y Vox votaron a favor de la proposición de ley presentada por el Parlamento Murciano. PSOE, Sumar y los partidos nacionalistas votaron en contra. Podemos, se abstuvo. El resultado final: 170 votos a favor de los postulados de Murcia y 171 en contra de esos postulados.

Por un voto se salvó el Tajo de las pretensiones de perpetuar un Trasvase de agua para nosotros inviable, para el PP y Vox difícil decisión en una Cámara compuesta por “fanatistas climáticos y enemigos de España”. Así que ya saben, si ustedes entienden que el Trasvase es un oprobio que debe finalizar, se convierten automáticamente en fanático climático y en enemigo de España, según dijo la representante de Vox. Vaya tela.

Pero al mismo tiempo que esto ocurría, se producía otro asunto no menor. Un Parlamento de una región se sitúa contra otra región, o sea, contra Castilla-La Mancha. Es lo que han votado PP y Vox. Ya sabemos dónde está cada uno, aunque se hayan iniciado las maniobras de confusión que tan bien maneja el PP. ¿Apoyarán los habitantes de Toledo este comportamiento, aunque ideológicamente sean conservadores? La iniciativa de Murcia ha sido la expresión abierta y sin tapujos de una manera chulesca de entender el trasvase: como un derecho inalienable que debe continuar hasta que el filón se acabe. Ni solidaridad interregional, no cohesión territorial, ni unidad de España. Pamplinas. Simple y llana explotación de unos recursos hídricos, que unas políticas equivocadas en tiempos distintos, facilitaron. Por cierto, ¿qué hubieran dicho los políticos y medios de derechas si esta proposición de ley contra otro territorio la hubiera presentado un partido catalán o vasco?

Y al margen de estas y otras derivadas de la iniciativa, ¿cómo es posible admitir que un Parlamento y un gobierno Regional sometan al Parlamento de la Nación a una presión que ronda lo temerario y hacen crujir las costuras de la Constitución? ¿Se imaginan las consecuencias que podrían haberse generado si la iniciativa de Murcia hubiese prosperado? Castilla-La Mancha estaría obligada a presentar en el Parlamento nacional otra proposición de ley anulando lo aprobado por Murcia. Y así sucesivamente.

Claro, que en las políticas sin filtros que emplea la derecha para conseguir sus objetivos, todo vale. Y esto nos aboca hacia terrenos peligrosos: la creencia de que los poderes regionales pueden retar y torcer el brazo de los Parlamentos y Gobiernos nacionales. ¿No es una forma de romper España? A ver si ocurre que no es Sánchez y el PSOE quienes rompen España, ni siquiera Cataluña, sino esas Comunidades Autónomas que, en función, de sus intereses locales, orientaciones partidarias o inquinas personales, conspiran contra la unidad y principios que tanto pregonan.