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Palabras Clave es el espacio de opinión, análisis y reflexión de eldiario.es Castilla-La Mancha, un punto de encuentro y participación colectiva.

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Apagones y soles

Una grúa de una obra en una zona residencial

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Comencemos hoy con una cita de Karl Kraus, “Allí donde el sol de la cultura está bajo, hasta los enanos echan sombras largas”. ¿No te recuerda esto a nuestro país? Y esta otra del maestro del viento, Rene Char “Obedeced a vuestros cerdos, que existen. Yo me someto a mis dioses, que no existen”.

Desasosiegos, estos también aparecen o se encienden por imágenes, es la bombilla de la caseta de aperos y herramientas encendida al mediodía, sobre el marco de la puerta de hierro, colgada de un cable pelado. Esa bombilla arde como un huevo al mediodía, no alumbra, solo se quema. De noche sirve para guiar en la lejanía a los animales.

Ánimo de primavera, tú me comprendes, mientras llueve hay sol, fuego y agua.

Estrella binaria: Cuanto más lejos más brilla, también se apagará, el fenecimiento de la palabra misma que la nombra, al morir ocurrirá el estallido sublime, un fogonazo de luz lejanísimo, un instante de ceguera, casi eterno. 

Ahora se escribe para no ser. No es necesario inventar o crear algo, lo visible lo esconde todo. Veo el cielo todos los días, todos los días estoy vivo.

He aquí una buena traducción del silencio, nada se oye al oírlo.

El silencio nos unifica, nos vela, juntémonos a callar.

Grandes extensiones de tierra cerradas con alambradas. En esos lugares al Oeste, las aves altas, las que viven en los altos pisos del aire se lanzan en picado, no consigues oír el rozamiento en la caída; se agudizan tanto los sentidos, la vista y el oído terminan siendo uno solo. Es la amplitud, la soledad se agranda, el zumbido del sol en los cables de los tendidos de alta tensión. Ver es oír, también oyes lo que verás inmediatamente, es así, lo más cercano se apaga en favor de la lejanía. Se expande también la alegría en círculo.

La técnica, gran hambrienta de palabras, come con antojo, come tanto como uma mulher gravidada da Beira, téchnê, tan vieja y hambrienta de sí que se come las palabras hasta la raíz. Lichtknecht ¿siervos de la luz? O Lichthupe, o los Zündenkerzen, mientras iluminen las velas y las candelas. ¿Qué quemamos hoy en el sol, la audacia o el destino? Cuanto siguen inspirando todavía los otros.

Al amanecer repasa su enfermedad, a ver por dónde va. Sin nombre, aquella no avanza, no sugiere ningún nombre, así no se la puede llamar.

En los lugares inanimados, casi siempre apartados, y abandonados al cielo, él baila hop bajo los tendidos de alta tensión.

Hay que saber bien lo que se arranca. Demasiadas escuelas para llevar un pequeño huerto. La permacultura estaría relacionada con el paraíso terrenal, en épocas de angosturas, un poco antes de que volvamos a ser expulsados otra vez de estos lugares vacíos.

Muy al principio del día, nada más el sol despunta, apenas indicios de la maldad.

El gran calígrafo escribió al principio de la hoja Nikkô -luz del sol- Nos conmovemos, como el agua en las aguas, un hombre entre los hombres, a ellas, entre ellas, les conmueve este aire al rozarlas.

Obsesión por la pureza de las semillas, se quiere llegar a dios a través ellas, que germinen en la boca.

El Papa ha muerto tal día, me ahorro la fecha, me entero aquí, entre Boya y Mahide algunos días después. Una correría por el silencio y la nada en estas tierras hondas y los cielos vacíos de la sierra. Teléfonos mojados. La lluvia de abril es de oro. Para un baño en el Tera todavía aguas frías. Rezo a mi manera junto a una piedra negra, un fragmento de un poema de Paul Antschel. Debería oír este silencio de la vida real amplificado. “Post nubila Phoebus” Tras la lluvia viene el sol. Invierno entrado como una cuña en la primavera.

Loligo media. Todos llevamos la tinta necesaria para un libro, de ahí que podamos escondernos en él, actos de camuflaje, desnudos y escondidos. Loligo Seafood, la tinta en una bolsita mínima. Una vez escupida al mundo, tras el ataque de un depredador, no se reconstruye. No es seminal, el semen no forma parte de una reserva. ¿A quién le oí eso de, es asombroso cuánto grano contiene aún una gavilla trillada?

Campos de fútbol a las afueras de los pueblos pequeños. Dos porterías a gran distancia una de otra, espacio sin líneas o límites, hierba alta, flores blancas y amarillas en la tierra arrugada. Juguemos a vivir con el balón negro. Más allá ríos pequeños. “Poldras” pasaderas en los vados. Cuando los ríos van crecidos, y el agua pasa por encima de los cubos de piedra alineados, hay que descalzarse e ir con mayor cuidado, entonces el equilibrio supera a la fuerza, y el paso se asemeja más a una danza. Piedras pasaderas o “Poldras” o vadas en estos pequeños ríos.

Someros charcos siempre profundos, hay frases que se adaptan mal, y siempre están mutando, pero no tanto para afinar, o llegar al punto final del significado, el dar vueltas o girar en torno a lo que se dice es su fin. No se deja atrapar fácilmente aquello a lo que se quiere llegar. Hay que esperar en silencio. ¿Existe la afinación perfecta de ese instrumento de cuerda? Uno se acerca, se acerca, y más, y más. El fin es que desaparezcas en tu propia música, desaparecer en la frase final de un libro. Al contrario, el lenguaje puro crea un territorio nuevo, crea la realidad con la que se va a sustentar ¿Instrumentos de cuerda de una sola cuerda?

Los nombres de los lugares abandonados se vuelven extraños. La naturaleza también se hace cargo de ellos. Más extraños en cuanto nadie ya, o apenas solo unos pocos los utilizan; extraños porque permanecen tan callados como el lugar. Aún viven en la boca de unos pocos, y no por mucho tiempo.

Pasé por una comarca de viejas escuelas abandonadas. Pequeñas escuelas sin nombre “La escuela del pueblo sin nombre” El tiempo ha arrancado todos los nombres y se los ha llevado más lejos. Los extraños nombres de los lugares pequeños. Al pasar por ellos me cuido de decir en voz alta el “Debería quedarme aquí, en tal lugar sin nombre, para siempre” o “Por un largo periodo de tiempo”. Se idealiza la locura de la soledad, o no son tiempos para ello. El impulso te obliga a seguir. Silencio telúrico en el lugar de San Vitero, en un desvío extraño hacia Ufones, después hacia Tola. Ir solo porque los nombres nos llaman por su silencio ¿Sabes escuchar por separado el cielo vacío y el silencio de raíces secas de la tierra? La mayor extrañeza eres tú mismo aquí.

Si llevara un perro no sería lo mismo, tendría que hablarle.

El maestro de lobos obligó a sus alumnos a aprender de memoria el nombre de cientos de estrellas y constelaciones. Los cegaba con palabras maravillosas. Sin un fin claro, sin una necesidad o propósito: para nada decía él, para nada siempre, pues se vive bajo un sol que nos ciega cada día con su luz.

Dibuja nadadores allí por donde va, sobre todo en los techos y suelos. Se hacía llamar el Suimâ. [Ojos de polvo]

Un bouquet de flores negras, prímulas negras ¿Con qué intención? Eran para una mujer ciega, las olía y me olía. Los mensajeros y las flores negras oléis igual ¿Sabes? -me decía- lo único que veo es el sol, una mancha azul índigo dentro de mí, y ese sol huele a ti, y el libro que llevas huele a tierra mojada, el petricor me marea, es excesivo, como el pescado podrido después de una fiesta.

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