Espacio de opinión de Canarias Ahora
Acogimiento familiar: cuando la teoría abraza la vida
El acogimiento familiar sigue siendo, dentro del sistema de protección, la medida que mejor salvaguarda el derecho de niños y niñas a crecer en un entorno afectivo y estable. Su fundamento se apoya en tres pilares: temporalidad, vínculo afectivo seguro y mantenimiento de la identidad. Desde la práctica profesional lo repetimos sin cesar; sin embargo, hay conceptos que solo despliegan todo su significado cuando trascienden el aula y el despacho para instalarse en la cotidianidad de una casa.
Hace apenas unas semanas recibí la resolución de idoneidad para acoger a un bebé de menos de un mes de vida. No mencionaré su nombre; su historia es suya, y su intimidad, sagrada. Sí compartiré que, en cuatro días, ha reconfigurado cada milímetro de mi realidad.
La temporalidad, vivida minuto a minuto
El marco legal fija la temporalidad del acogimiento: la medida dura lo que la familia de origen necesita para restablecerse y ofrecer garantías de protección. Pero sostener “lo temporal” cuando un cuerpo diminuto se abandona plácido sobre tu pecho es un ejercicio emocional exigente. Aprendes a habitar el presente absoluto: cada biberón, cada siesta piel con piel, cada mirada que busca refugio. Es el arte de amar sin apropiarse.
Vínculo seguro: teoría del apego en directo
Como profesional y formadora suelo citar a Bowlby y Ainsworth; ahora recuerdo sus textos cuando un pañal desbordado o un chorro de pipí en la cara provoca nuestra carcajada compartida. Esa confianza corporal —el bebé regula sus funciones básicas sin tensión— es la confirmación biológica de que el apego seguro se está gestando. Teoría y práctica se funden cuando comprender se vuelve sentir.
Identidad y red afectiva
He incorporado al relato diario referencias a su madre de nacimiento, sus raíces y los esfuerzos que ella realiza para reencontrarse con él. Paralelamente, una red de familiares, vecinas y amistades ha desplegado un cerco de protección comunitaria: cunas prestadas, consejos recientes de otras madres, e incluso desconocidos que, en un aparcamiento, ajustan la sillita del coche con ternura espontánea. Esa corresponsabilidad social valida lo que la literatura científica señala: el acogimiento no es un acto individual sino colectivo.
Productividad y cuidados
Confieso algo que en entornos profesionales suele ocultarse: mi productividad ha disminuido. Quizá escriba menos, tardo en responder correos y mensajes de whatsapp, todo eso, ahora compite con biberones cada tres horas y paseos para aliviar gases. Podría disculparme, pero, como apunta la economía feminista, cuidar es producir valor social. Si las métricas laborales no lo reflejan, quizá sea el sistema de medición el que deba revisarse.
Reflexiones finales (en voz baja, sin listas)
Cuando pienso en todo lo vivido en estos pocos días, la primera certeza que me atraviesa es que una familia —una de verdad, en la que huele a café y a colonia de bebé— ofrece al niño algo que ningún recurso residencial, por pulcro y bien gestionado que esté, puede replicar: la elasticidad afectiva de un hogar, la mirada que se ajusta al segundo y celebra el primer bostezo.
Entiendo, también, que nada de esto sería posible sin el acompañamiento técnico que me sostiene entre bambalinas: la supervisión, el apoyo psicológico, la formación continua… son los andamios que permiten que no se derrumbe el entusiasmo cuando el sueño escasea o aparece el miedo a no hacerlo todo bien.
Y, por último, late en mí la convicción de que cuidar en acogimiento significa prepararse para la despedida. Cada caricia, cada canción susurrada, cada paseo juntos va tejido con hilos de gratitud y de renuncia. Porque la meta sigue siendo la misma: que este pequeño regrese a los brazos de su madre cuando llegue el momento. Amar, aquí, implica ensanchar el corazón lo suficiente como para dejar marchar.
Todo esto me lo enseñan sus ojos cada mañana. Y, mientras esa lección se escribe en mi piel, comprendo que el acogimiento familiar no solo cambia la vida del niño: convierte a quien lo ejerce en un puente vivo entre la teoría y la ternura, entre la ley y el latido.
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